Martha, mi editora, me ha pedido que resuma mis cincuenta y siete años de vida en treinta líneas, lo que significa dos años por línea (1’9 exactamente) o media línea por año; ahora menos, pues, en esta introducción ya he consumido tres y pico, lo que se traduce en 2’20 años por línea. Así, pues, para tan difícil misión me veo obligado a prescindir de todas aquellas cosas y personas que son o han sido realmente importantes para mí, a saber: mis padres o, como se dice ahora, mi madre y mi padre; mis tres hermanos; el arroz al horno; el TBO, El Capitán Trueno, El Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, Pumby y el taco del calendario del Sagrado Corazón de Jesús; mi primer relato que yo recuerde, que se desarrollaba en una ciudad marítima que se llamaba Toledo; mi primo Pepe Dani, con el que ya he consumido casi once líneas; el colegio; mi amigo Blas y mi amigo Fidel; el P. Puig, S.I., que a lo tonto me hizo leerme los clásicos y enamorarme de ellos; el primer Preu mixto de Alicante; los guateques; mi primer amor y el doble de coñac que me metí entre pecho y espalda para declararme; la universidad y las luchas contra el franquismo y ya llevo quince líneas; mi trabajo en el Ayuntamiento; mis tres hijos; Amalia; … Claro que estas cosas sólo me interesan a mí y no son nada interesantes ni para una biografía ni para un currículum, por eso las paso por alto. Lo mismo que el carnet de conducir, que sólo tendría importancia en un momento puntual para la Benemérita, con lo que ya he llegado a las veinte líneas. ¡Ah!, lo que sí creo que puede ser de interés general es que me siento orgulloso (y agradecido) de colaborar con ilustradores como Ulises Wensell, Mónica Gutiérrez, Federico Delicado, Miguel Ángel Díez y, ahora, con Irene Fra. Me encantaría poder nombrar a más personas que me han dado mucho en esta vida (incluso a aquellas que nos metieron en la guerra de Irak y me apetece tirarles un zapato a la cara), pero, todas ellas sabrán disculparme porque ya llevo veintisiete líneas y no tengo más espacio que para decir que a estas alturas de la vida he llegado a la conclusión que lo más importante es reírse, de todo, de lo más sagrado, y, sobre todo, de uno mismo. Acabo, pues, con el deseo de que las buenas personas seáis felices. (Me sobra este pico para 30).